"¿Gallardía, Terquedad o Inocencia?"

jueves, 10 de abril de 2008

De qué manera podríamos explicar el porqué de nuestros instintos masoquistas para someternos a tales suplicios, enrolándonos en travesías que poco o nada tienen que envidiar a la situación de un soldado americano atravesando desarmado un campamento de talibanes.

Mire, a usted primero se le engaña asegurándole que el recorrido es de tipo “familiar” y que no pasará de una cantidad de kilómetros que, si usted lo piensa bien, no serían más que los que camina una vendedora de tarjetas de llamadas en un semáforo. Luego se le asegura que el terreno tiene pocas subidas, pero no bien sale usted del punto de partida tiene que tomar una fuñida cuesta que al terminarla -si es que la termina montado- llega con un sabor a suela de zapatos en la boca. Por supuesto, siempre hay un “pro” que va a su lado con la frescura de una mariposa, hasta cantando algún tema de Lucho Gatica, y asegurándole que eso es psicológico y que con sólo manejar la respiración, bajar la cabeza, mantener el ritmo, hacer un buen uso de los cambios, mantener la postura de la espalda, hidratarse… ¡uf!... sólo con eso, “¡la subida es fácil!”.
Ya en la ruta es que uno se entera de que era necesario llevar un tinaco de agua, pues no hay colmados hasta después de treinta kilómetros, ¿y adónde diablos vamos a cargar tanta agua? Pero la cosa no se queda ahí, si tiene usted suerte le tocarán veinte o treinta kilómetros de puras subidas y, mientras piensa que su consuelo será el regreso, cuando todas las subidas se conviertan en bajadas, ¡no, no!, al líder del grupo se le ocurrirá que es mejor regresar “por el otro lado” para hacerlo un poco más interesante y ¡tomar nuevas subidas!
Pero no se preocupe tampoco por exigir terrenos con mayor número de descensos, pues pronto se percatará que las bajadas suelen ser considerablemente más estresantes y peligrosas que las subidas. Hay que estar al borde de un precipicio, en un camino agrietado, con rocas y raíces incluidas, en una posición casi vertical cabeza abajo para darse cuenta lo que son ciertas bajadas. Siente usted que las manos son ajenas en un momento dado; en otros, la bicicleta y el partido reformista son iguales: no tienen gobierno; se le acalambran las pantorrillas y termina usted por recordar toda su niñez completa, antes de que pueda alcanzar el pie de la terrible estepa.

No llegará a ningún lado sin antes tomar un camino de piedras que le revolverá el contenido estomacal cual licuadora y le hará convulsionar al punto de la expulsión bucal, si no por otra vía.

Ocasiones habrá en que, en medio de la nada, usted se cuestionará: “¡En qué diablos 'taba yo pensando cuando me metí en 'eto!”. Otras personas más expresivas llegan a manifestar su frustración con un: “¡Cooooññññ… cuando salga de aquí no vuelvo ma' a 'eta vaina!”. Lamentablemente nadie le oirá, porque ya en ese momento usted estará más solo que Quirino, después de.

Digamos entonces que las tres razones son válidas y que quienes nos hemos metido en esto somos un poco de cada cosa:
Gallardos, Tercos e Inocentes.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo insaciable Victor:

Realmente usted se ha dedicado a plasmar en blanco y negro la voz de nuestra conciencia, en lo que es el inicio de esta entretenida actividad. Todos hemos pasado por ello y es bueno que los que vengan sepan que lo pasaran. Luego le queda a uno el grato recuerdo de haber pasado "el niagara en bicicleta", y que despues, otros lo que pasaran.

Siga pues, ilustre insaciable, haciendonos saborear las vivencias que se tienen sobre este, muy en moda, artefacto, que es la bicicleta.

Rpoueriet

Anónimo dijo...

Eso nos pasa con mas frecuencia a los novatos, sobre todo cuando no conocemos las rutas, cuando vamos subiendo, decimos, "wao, gracias a Dios que ya se esta terminando esta cuesta, seguro viene una bajaita", pero, NOOOOO, siempre viene una subida mas prolongada, y ahí es cuando uno dice, “que yo hago aquí”…

Ricardo J. Lomba G. dijo...

Exelente articulo!!!!